Crisis y salud mental

Crisis, desempleo y salud mental

¿Cuándo vamos a salir de la crisis? Es una pregunta que escucho muy a menudo y que con el paso de los años tengo la impresión de que va perdiendo sentido. En mi cabeza la pregunta vira hacia: ¿Cómo vamos a salir de la crisis? Si llega el día en que oficialmente la hayamos superado… ¿En qué punto nos encontraremos? ¿Cómo será la España postcrisis y sus españoles?

Durante los cuatro primeros años de mi carrera profesional, trabajé con personas en situación de desempleo. Eran otros tiempos, y sin embargo, fui testigo de hasta qué punto el desempleo devasta la autoconfianza y la autoestima, debilita las relaciones interpersonales, genera sentimientos de culpa, rabia y vergüenza, y constituye un factor de riesgo para el deterioro de la salud física y mental.

A finales de 2014 la EPA cifraba el número de parados en 5,4 millones de personas. Quienes han perdido su empleo han asistido, sin saberlo, a una amputación de su identidad. Ya no son la maestra, el abogado, el peluquero, la doctora, etc., sino que pasan a formar parte de la estigmatizada categoría social del parado.

La profesión constituye una importante fuente de identidad y, por tanto, tal y como comentamos en anteriores artículos, está estrechamente ligada a la autoestima. Cuando conocemos a una persona, una de las primeras preguntas que le hacemos es: ¿A qué te dedicas? Vivimos en una sociedad en la que, para saber quién es alguien, necesitamos saber en qué trabaja.

Y no es lo mismo contestar con orgullo “soy maestra” que responder “estoy en paro” (por cierto, que siempre será mejor para nuestra autoestima responder “en este momento estoy buscando trabajo”).

Cuando nos amputan una parte de nuestra identidad, entramos en crisis, una crisis que en esta acepción no es la económica sino la personal. Ahora más que nunca hemos escuchado mucho hablar de la crisis como oportunidad de cambio, una idea que proviene de la comprensión oriental del concepto de crisis y que tiene mucho de cierto. Sin embargo, como apunta el psiquiatra Alejandro Rocamora en su libro ‘El hombre contra sí mismo’, la crisis es en un primer lugar una amenaza contra el psiquismo. Rocamora, orientador de los servicios del teléfono de la esperanza y considerado un experto en prevención del suicidio, hace énfasis en que para que la crisis se transforme en oportunidad, es necesario que se produzca una estabilización, pues a priori estamos frente a gran amenaza contra la salud mental.

En palabras del psiquiatra Enrique Rojas: “El paisaje interior de la crisis es dubitativo, de zozobra, inquietante. Decía antes que la vida es proyecto, anticipación del provenir. Por eso cada trayectoria es reveladora. Todas están tejidas por amor, trabajo y cultura. Yo diría más; que amor y trabajo conjugan el verbo ser feliz. ¿Qué vive el hombre en plena crisis? […] El argumento fundamental de la existencia pasa una revisión médica. De tal modo, que las convicciones más profundas, aquéllas que son la arquitectura básica del edificio de nuestra realidad personal, antes firmes y sólidas, empiezan ahora a ponerse en tela de juicio. Esto es lo primero que se produce: un juicio crítico sobre nuestra geología interior”.

En el caso de aquellas personas que tienen hijos, la situación es aun peor. Probablemente hay pocas cosas tan desoladoras para un padre o una madre que pensar que no tienen recursos para sacar a sus hijos adelante. Quien pierde su trabajo se pregunta por qué le ha pasado a él, por qué otros compañeros de profesión mantienen sus empleos. Algunos se preguntarán qué hay de malo en ellos, qué hicieron mal. Dejarán de verse con sus antiguos colegas por los sentimientos de inferioridad y vergüenza y limitarán sus contactos con el mundo. Otros intentarán mantener a flote su autoestima desplegando ‘defensas paranoides’, culpando de todo su malestar ‘al sistema’ y reaccionarán ante el mundo con ira y rabia. Y la mayoría caminarán por ambos senderos, alternarán ambos escenarios.

El primero, de rasgos melancólicos, el de “hay algo malo en mí”, aunque a priori deje la autoestima en la alcantarilla, proporciona cierta sensación de control, “he hecho algo mal, si lo modifico, puede que la próxima vez las cosas sean diferentes”. El segundo, el de “la culpa es toda de ellos”, deja al individuo sin esperanza de cambio, pues su destino queda por completo en manos del ‘sistema’. Difícil elección, salvo por el hecho de que no escogemos cómo reaccionamos sino que ello va a depender, entre otros factores, de nuestros rasgos de personalidad.

Al menos nos queda el consuelo de que un país que cuenta con unos 47 millones de habitantes, sólo un 5,4 millones van a pasar por lo anteriormente descrito. ¿O no? En realidad son muchos más, porque estas personas son hijos, hermanos, amigos, parejas de alguien. ¿Cuántas madres y padres están viendo como sus descendientes, la generación más preparada de la historia, no son capaces de salir adelante? Algunos ven a sus hijos emigrar en busca de un futuro. Todas esas personas van a experimentar un sufrimiento vicario, pudiendo llegar incluso a experimentar algo parecido a la ‘culpa del superviviente’.

Desempleo y pobreza constituyen un círculo vicioso que afecta a la salud. Desde los años 50, gracias a las investigaciones de Paul y Mosser, sabemos que el desempleo aumenta el riesgo de desarrollar problemas de salud mental tales como depresión, ansiedad, alcoholismo, aumento de los ingresos psiquiátricos y del número de suicidios.

Todo esto sucede en el marco de un sistema sanitario colapsado, que tras los recortes, no da abasto para atender las demandas de una sociedad cada vez más enferma.

Así que volviendo al comienzo del artículo, no sé cuándo va a terminar la crisis, pero la pregunta que más me inquieta es: ¿Cuáles van a ser las secuelas que deje? ¿Cómo va a afectar a esos 5,4 millones de personas y a sus familias tanto sufrimiento? ¿A cuántos españoles vamos a perder, entre los que se fueron y los que se convencieron de que no valen para nada?

Por suerte, no estamos del todo indefensos ante lo que está sucediendo. Los lazos interpersonales, la amistad, el amor, la solidaridad y la esperanza nos protegen, aumentan nuestras capacidades resilientes. Recuperando una frase de la cita anterior de Rojas, “amor y trabajo configuran el verbo ser feliz”; entonces, ante la pérdida del empleo, quien tiene una buena relación de pareja, cuenta con un importante resguardo para su salud mental. El lector que quiera profundizar en esta última cuestión puede hacerlo en el artículo ‘Amor y resiliencia: cuando la pareja nos ayuda a crecer’, publicado en el blog del Instituto Palacios.

Para finalizar, me gustaría dedicar este artículo a las personas que con motivo de la crisis económica han perdido su empleo. Y cómo no a los profesionales de la salud mental, psicólogos y psiquiatras de la práctica pública y privada; porque nuestro trabajo va a jugar un papel muy importante en estos tiempos de crisis. No me cabe duda de que la psicoterapia es uno de los recursos con los que esta sociedad cuenta para salir adelante.

 

 


Foto: ( CC BY) Calsidyrose – Compass Study

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