El amor que todo lo puede - Augesis

El amor que todo lo puede… ¿O no?

“Soy el depredador más peligroso del mundo… Estoy diseñado para matar… He matado a personas antes, también he querido matarte…”. Éstas son las palabras que Edward (Robert Pattinson) le dice a Bella (Kristen Stewart) en la película ‘Crepúsculo’, cuando ella descubre que él es un vampiro.

¿Y cuál es la reacción de la joven a tan aterradoras palabras? “No me importa, confío en ti”.

Bella cree que su amor por Edward se impondrá al hecho de que ella sea una mortal y él un vampiro. Su amor la protegerá frente al deseo que éste tiene de cuando en cuando de matarla. ¡Ah! Además se llevan 87 años, pero eso tampoco parece importarle: Edward los lleva estupendamente.

Bella se acoge al mito de la omnipotencia del amor. Cree que el amor puede vencer cualquier obstáculo.

Éste es el mito entre los mitos, todos los anteriores conducen a él. El mito de Pigmalión, el de la media naranja, el de la pasión eterna… Todos comparten una misma y peligrosísima idea: que el amor puede superar cualquier dificultad, lo que lleva implícita la creencia de que, por amor, todo vale.

El mito de la omnipotencia del amor es un asunto muy serio. ‘Crepúsculo’ comienza con la voz en off de una mujer de 17 años diciendo: “Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a morir, pero morir en lugar de alguien a quien se ama me parece una buena forma de acabar”. ¿Conviene preocuparse? Sí, la omnipotencia del amor es una de las creencias que perpetúan las relaciones de violencia de género. Pero sin llegar a tan dramáticas consecuencias, puede llevarnos a permanecer en relaciones que nos hacen infelices.

Quizás estéis pensando que ‘Crepúsculo’ es un ejemplo cursi y exagerado, cosas del amor adolescentes. Pero repasemos algunos ejemplos más amables de la cinematografía romántica de las últimas décadas.

En los 80, un irreconocible Billy Crystal interpretaba al Milagroso Max, el hechicero que devolvía a la vida al protagonista de ‘La princesa prometida’, una de las películas más entrañables de la década. Para obrar el milagro, Max preguntaba a Westley (Cary Elwes): “¿Qué es tan importante? ¿Qué tenéis que merezca la pena vivir?”. Desde la ultratumba, éste respondía: “Amor verdadero”. Y es gracias a esto último que Billy Cristal puede obrar la resurrección del protagonista.

En los 90, a nadie le pareció descabellado que un multimillonario educado en las mejores universidades (Richard Gere) y una prostituta de Hollywood Boulevard (Julia Roberts) se enamoraran perdidamente en ‘Pretty Woman’, y damos por hecho que pese a sus diferencias serían felices para siempre.

La idea de que el amor puede y debe superar cualquier obstáculo procede de la liturgia católica del matrimonio. En la promesa que se exige a los futuros esposos de amarse en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe. Esta idea ha cumplido una función importante durante siglos. Estaba vinculada a la supervivencia, pues el matrimonio ha sido el pilar de la estructura social básica: la familia.

Durante siglos, en Occidente (y actualmente en muchos lugares de Oriente) el matrimonio no se basaba en el enamoramiento romántico, sino que era un acuerdo entre las familias de los contrayentes. Un acuerdo que aseguraba la subsistencia y ayuda mutua de los esposos y de sus hijos.

Cuando la pareja deja de ser necesaria para la supervivencia económica y el matrimonio civil permite el divorcio, la omnipotencia del amor pasa de ser un mandato religioso a un mito popular, que alcanza su máxima expresión en el Romanticismo del siglo XIX y sigue presente en nuestras expectativas amorosas.

Más allá de los acuerdos matrimoniales y su relación con la supervivencia, hay algo en la experiencia de enamorarse que fortalece el mito de la omnipotencia. Enamorarse es una experiencia prácticamente mística. Es lo más parecido a lo sobrenatural que hay en la experiencia humana. Trasciende nuestro propio sentido de la existencia. La llamada ‘magia del amor’ no es otra cosa que una elevación de los niveles de adrenalina y dopamina que nos hace sentir invencibles. ¿Cómo no creer entonces que el amor todo lo puede?

Pocos son los que nos han advertido sobre las funestas consecuencias del mito de la omnipotencia del amor, entre ellos se encuentra William Shakespeare, pedagogo amoroso por excelencia. En su famosa tragedia ‘Romeo y Julieta’, los amantes desafían a sus familias. En uno de los versos dice Romeo a Julieta:

“Con las alas livianas del amor salté estos muros,

pues que para el amor no hay límites de piedra

y lo que el amor puede, lo ha de intentar el amor”.

Esta creencia les lleva a una muerte que, lejos de ser noble, resulta absurda.

El amor no es omnipotente, no puede superar cualquier dificultad. Más bien al contrario, muchas son las dificultades que terminan con el amor. Acierta de nuevo el maestro Shakespeare, pues entre los principales motivos que hacen fracasar una relación de pareja, se encuentran los derivados de los conflictos con la familia política.

Pero hay muchos otros problemas: los derivados de la convivencia, de la mala comunicación en la pareja, de las dificultades socioeconómicas, de la enfermedad crónica de uno de sus miembros, de los conflictos con los hijos, de la inevitable atracción que sentiremos por otra persona que no es nuestra pareja y una larga retahíla de etcéteras.

Cuando estas dificultades terminan con la relación de pareja, nuestra decepción es enorme: pensamos entonces que no era ‘amor verdadero’, sentimos que hemos fracasado. Y, sin embargo, cuántas veces ese ‘fracaso’ es un triunfo, pues permanecer en una relación que nos hace infelices y no nos deja crecer puede traer graves consecuencias para nuestra salud.

Para reflexionar:

  • El mito de la omnipotencia del amor está presente en nuestro imaginario desde hace siglos y tiene un gran impacto en nuestras expectativas románticas.
  • El amor no siempre puede superar todas las dificultades a las que se enfrenta una pareja.
  • Que la relación de pareja no dure eternamente no desmerece el amor que en su momento sentimos por nuestra ex pareja, no lo hace menos verdadero, ni constituye un fracaso.
  • Permanecer en relaciones que nos hacen infelices a largo plazo tiene repercusión en nuestra salud.

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Esta publicación ha sido elaborada por Celia Arroyo y publicada en Instituto Palacios de Salud de la Mujer.

 


Foto: (CC BY-ND 2.0) Hartwig HKB – In Love

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