Los mitos del amor

Los mitos del amor: ¿Podemos cambiar a nuestra pareja?

Moldear a la pareja a nuestra imagen y semejanza es uno de los deseos más antiguos del ser humano: es lo que denominamos el mito de Pigmalión.

Ovidio recoge este antiguo mito griego en ‘Las metamorfosis’. Pigmalión era un rey chipriota obsesionado con desposarse con la mujer perfecta. Como no la encontró, decidió esculpirla; llamó a su perfecta mujer de piedra Galatea y se enamoró de ella. La diosa Afrodita, conmovida por la devoción de Pigmalión hacia su creación, hizo que Galatea cobrara vida.

El mito de Pigmalión está presente en muchos de los grandes relatos de amor que han pasado a formar parte de nuestro imaginario colectivo. Es la historia de Cenicienta y sus versiones modernas, desde ‘La novia de Frankenstein’ hasta ‘Ruby Sparks’, pasando por ‘My Fair Lady’ y ‘Pretty Woman’. Puede que estés pensando que todos estos ejemplos, como la historia de Pigmalión y Galatea, corresponden a hombres que quieren que sus deseos cobren vida en forma de mujeres perfectas. Pero no es algo exclusivo del género masculino, las mujeres también quieren transformar a sus parejas. Eso de besar a un sapo y convertirlo en un príncipe es mucho más que un cuento de los hermanos Grimm. Lo explicó muy bien Rosa Montero en el coloquio de La Fundación Telefónica ‘Las dos caras del amor’.

“Entonces vemos a un hombre y da igual como sea: es un bruto, es un borde… Pero nosotras pensamos que no, que en realidad es dulcísimo, tiernísimo… Que lo que pasa es que está preso de sí mismo. Ahí en el fondo está ese ser que es tu alma gemela. Está dentro de ese bruto y tú vas a ser la minera que va a sacar ese oro puro de debajo de ese trauma que ese hombre tiene (pobrecito), que tú le vas a salvar de su trauma. Después, con el tiempo, la realidad demuestra a la mujer que ese hombre no es así y, entonces… ¿Qué pasa con la mujer? Pues que le crea resentimiento. Empieza a odiar al hombre porque piensa que le ha decepcionado en todas sus expectativas porque le exige ser como ella inventó que él fuera”.

Queremos cambiar a nuestra pareja, pero ¿podemos hacerlo? La respuesta es NO, al menos no como nos gustaría. Las personas cambiamos hasta cierto punto y es cierto que lo hacemos a través de las relaciones que establecemos con otros seres humanos, pero eso no significa que podamos moldearlas a través de nuestro deseo.

Cuando nos enamoramos, no somos muy conscientes de la persona que tenemos delante. La pasión y la obnubilación de los primeros momentos no nos dejan ver al otro. El filósofo José Ortega y Gasset dice que en el enamoramiento “la entrega se efectúa en profundidades de la persona mucho más radicales que el plano de la voluntad. No es un querer entregarse: es un entregarse sin querer”. Sin embargo, conforme la relación avanza y la pasión disminuye, tenemos la ocasión de conocer realmente a esa persona, de preguntarnos quién es, cuáles son sus defectos y virtudes, cómo nos sentimos a su lado. Durante el enamoramiento, nos entregamos al otro sin querer, pero después, cuando recuperamos el plano de la voluntad, podemos y debemos hacer el ejercicio de pensar si queremos entregarnos a esa persona tal y como es en este momento. De lo contrario estaremos condenándonos a una relación marcada por la frustración y el reproche.

Para reflexionar:

  • Párate a pensar sobre cómo es tu pareja.
  • No se trata de que tenga que gustarte todo de ella. Es sano que seamos conscientes de los defectos del otro, porque esto nos lleva a la siguiente pregunta:
  • ¿Puedo aceptar esos defectos y convivir con ellos?
  • Párate a pensar si en este momento tu pareja te gusta tal y como es o si por el contrario esperas que cambie y se convierta en otra persona.
  • Recuerda que nos enamoramos involuntariamente, pero construir una pareja es una decisión voluntaria.

RECOMENDACIONES LITERARIAS:

 

Esta publicación ha sido elaborada por Celia Arroyo y publicada en Instituto Palacios de Salud de la Mujer.

 


Foto: (CC BY) L. Whittaker – How to make a love potion

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